La tecnología de los ordenadores avanza a mucha más velocidad que muchas otras tecnologías. Los ordenadores tienden a doblar su potencia cada dos años más o menos. Esta tendencia está relacionada con la ley de Moore, la cual dice que los transistores doblan su potencia cada 18 meses. Según el matemático Vinge, del cual hemos hablado en la anterior parte del artículo, solo es una cuestión de tiempo antes de que el hombre construya una máquina que pueda “pensar” como los humanos. Pero el hardware es solo parte de la ecuación.
Antes de que la inteligencia artificial se convierta en una realidad, alguien tendrá que desarrollar un software que permita una máquina analizar datos, tomar decisiones y actuar de forma autónoma. Se eso ocurre, podremos esperar a ver máquinas construyendo otras máquinas más rápidas y potentes.
Los avances de la tecnología se empezarían a mover a una velocidad asombrosa nunca vista por el ser humano. Las máquinas sabrían como mejorarse a si mismas. Habríamos creado una inteligencia sobrehumana. Los cambios serían tan súbitos que nos costaría seguirles los pasos. En otras palabras, habríamos llegado a la singularidad. ¿Qué pasaría entonces? Vinge dice que sería imposible de saber. El mundo cambiaría su entorno de tal manera, que sería difícil saber con exactitud a qué punto llegaríamos. Vinge dice que aunque no es fructífero sugerir posibles escenarios, aun así es bastante divertido.
Puede que vivamos en un mundo donde cada persona se conectará mentalmente con una red de ordenadores con miles de mentes pensantes también conectadas. O puede que las máquinas realicen todas las tareas para nosotros y nos permitan vivir con total lujo durante toda nuestra vida.
Pero ¿qué ocurriría si las máquinas nos vieran como algo innecesario – o algo peor? Si las máquinas llegan al punto donde se puedan reparar ellas mismas o incluso crear versiones mucho mejores, ¿podrían llegar a la conclusión de los humanos son simplemente una molestia? Realmente es un escenario que asusta. ¿Podría ser cierta la versión de Vinge del futuro? ¿Hay alguna manera de evitarlo?
No todo el mundo piensa que es nuestro destino llegar a la singularidad que pregona Vinge en su estudio. Puede que incluso no sea posible físicamente lograr los avances necesarios para crear el efecto de la singularidad. Para comprender esto, debemos volver a revisar la ley de Moore, comentada antes. En los años sesenta, Gordon Moore, un ingeniero de semiconductores, propuso lo que ahora conocemos por la ley de Moore. Notó que según pasaba el tiempo, el precio de los componentes de los semiconductores y su fabricación caían.
En lugar de producir circuitos integrados con la misma cantidad de potencia que los anteriores por la mitad de su coste, los ingenieros se esforzaron a poner más transistores en cada circuito. La tendencia se convirtió en un ciclo, donde Moore predijo que esto continuaría hasta llegar a los límites físicos de lo que podemos alcanzar con los circuitos integrados.
La observación original de Moore fue que el número de transistores en una pulgada cuadrada dentro de un circuito integrado, se doblaría todos los años. Hoy en día, hemos visto que la densidad de los datos en uno de estos circuitos se dobla cada 18 meses. Los fabricantes ahora construyen transistores en una nanoescala. Algunos recientes microprocesadores de Intel y AMD tienen hasta 40 metros nanometros de ancho – un tamaño increíblemente pequeño.
Los ingenieros y los físicos no están seguros de cuanto continuará esto. Moore dijo en el 2005 que estamos acercándonos a los límites fundamentales de donde podemos llegar creando pequeños transmisores. Incluso si encontramos un método de fabricar transistores a una escala más diminuta, no tienen porque funcionar necesariamente. Esto es porque según llegamos a ciertas escalas, hay que tener en cuenta la física cuántica.
Cuando manejas cosas a una escala subatómica, se comportan de una manera que simplemente contradice el sentido común. Por ejemplo, los físicos han mostrado que los electrones pueden pasar a través de materiales extremadamente finos como si el material no estuviera ahí. Llaman a este fenómeno un túnel cuántico. El electrón no hace un agujero físico a través del material – parece simplemente se acerca por un lado y termina en el otro. Al controlar los transistores el flujo de los electrones como si fuera una válvula, esto se convierte en un problema.
Si alcanzamos este límite físico antes de que podamos crear máquinas que puedan pensar igual o mejor que los humanos, puede que nunca alcancemos la singularidad. Mientras que hay algunos caminos que podemos explorar, como la tecnología óptica o la nanotecnología, no hay manera de saber si podremos continuar con la ley de Moore. Puede que no lo prevenga de lo que se llama “singularidad”, pero llevará mucho más tiempo de lo que predijo Vinge.
[…] llegado a un punto donde las máquinas se están haciendo más inteligentes que los humanos. La inteligencia artificial viene pegando fuerte y ya está mostrando que puede hacer cosas impensables hasta hace poco tiempo. […]