Se podría discutir que el primer ordenador fue el ábaco o uno de sus descendientes. Sin embargo, el primero ordenador que nos recuerda a las máquinas modernas que tenemos hoy en día fue la máquina analítica, un dispositivo diseñado por el matemático británico Charles Babbage a mediados del siglo 19. Antes de que este matemático llegara a escena con su máquina, un ordenador era una persona que literalmente se movía de un lado a otro de una habitación añadiendo y restando números y poniendo los resultados en unas tablas.
Las tablas eran luego pasadas a libros para que otras personas pudieran usarlas para completar sus tareas, como por ejemplo para calcular impuestos o ajustar artillería en armamento pesado de guerra. Lo que inspiró a Babbage a realizar su máquina fue un gigantesco proyecto numérico iniciado por Napoleón Bonaparte en 1790, al ordenador un cambio en el viejo sistema de medida que había a un nuevo sistema métrico. Esto no fue un proceso fácil y se necesitaron muchos recursos para que el proyecto llegara a un buen fin.
Por más de diez años, un gran número de computadores humanas hicieron las conversaciones necesarias y completaron las tablas. Sin embargo, no se llegaron a publicar estas tablas, y ahora están guardadas en la academia de ciencias de París.
En una visita a París, Babbage visionó los manuscritos no publicados página por página, y se preguntó como sería posible poder producir unas tablas así de forma más rápida, con menos necesidad de interacción humana y con menos errores. Pensó en las muchas maravillas generadas en la industria durante la revolución. La idea era que si la creatividad y el trabajo duro por parte de los inventores podían crear máquinas como la locomotora a vapor, ¿por qué no se podría hacer una máquina para hacer cálculos?
El matemático inglés volvió a Inglaterra y decidió crear una máquina de estas características. La primera visión que tuvo fue con el motor diferencial, la cual trabajaba sobre el principio de la diferencia finita o hacer complejos cálculos matemáticos repitiendo sumas sin usar multiplicaciones ni divisiones.
Para este proyecto, pidió fondos al gobierno y dedicó ocho años perfeccionando la idea. En 1832 produjo un prototipo funcional de su máquina de tablas, y al mismo tiempo se dio cuenta que los fondos que tenía para el proyecto se habían acabado. Aun así, no se dio por vencido y la historia no acabó aquí. Algunas personas se hubieran sentido desanimadas, pero este no fue el caso del matemático inglés.
En lugar de simplificar su diseño para hacer el motor diferencial más fácil de construir, centró su atención en una idea aun más grande – la máquina analítica, un nuevo tipo de ordenador mecánico que podía hacer cálculos mucho más complejos, incluyendo multiplicaciones y divisiones.
Las partes básicas de la máquina analítica recuerdan a los componentes de cualquier ordenador que podemos encontrarnos en el mercado hoy en día. Tenía dos señales de identidad de cualquier máquina moderna que tenemos en la actualidad: Una unida procesadora central o CPU, y una memoria. Por supuesto, en aquellos tiempos no se utilizaban estos términos. A la CPU le llamaba el molino, y la memoria era llamada simplemente “almacén”.
Tenía también un dispositivo llamado “lector” para poner insertar instrucciones, como también una manera de registrar en papel los resultados generados por la máquina. Babbage llamó a este dispositivo de salida impresora, que efectivamente fue la precursora de las impresoras que tenemos hoy en día.
Este nuevo invento existió casi por entero en papel. Mantuvo grandes cantidades de notas y bocetos sobre su ordenador, y aunque nunca construyó un modelo en producción de su máquina analítica, tenía una clara visión de cómo la máquina tendría que ser y funcionar. Cogiendo prestada la tecnología de una máquina de tejer unos años antes, la cual podía crear una variedad de patrones de ropa de forma automática, los datos podían ser insertados en tarjetas agujereadas.
Se podían insertar mil números de 50 dígitos cada uno en la unidad de almacenamiento. Las tarjetas también llevaban las instrucciones de donde la máquina podía ejecutar las secuencias de órdenes. Una única persona podía supervisar toda la operación, y el vapor era la energía para que la máquina estuviera en marcha.
Por desgracia, el nivel de tecnología de ese momento no pudo desarrollar completamente el ambicioso proyecto de Charles Babbage. No fue hasta los años noventa donde sus interesantes ideas fueron finalmente traducidas a un ordenador operativo y funcional. Es cuando el museo de ciencia en Londres, construyo bajo las especificaciones del matemático, su máquina soñada. Dicha máquina tenía tres metros de larga y dos de alta, contendiendo 8 mil partes móviles.
Una copia de la máquina fue construida y transportada al museo de historia de la computación en California. Ambas máquinas no funcionan como un ordenador de sobremesa, pero no hay duda de que fueron los primeros ordenadores y precursores de los PCs modernos.
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